martes, 27 de octubre de 2009

En esta ocasión, tengo el gusto de entrevistar a D. Antonio Salvador, capataz de Nuestra Señora del Monte, patrona de Cazalla.
Tengo la suerte de estar a sus órdenes desde hace ocho años. Según tengo entendido, no es un sacapasos al uso, sino un cofrade de a pie. Hoy sabremos un poco más de él...







-Cuéntanos Antonio, ¿cuántos años delante del martillo y cómo fueron tus inicios?
-Con la excepción de 2007, cuando salí de costalero, tengo el honor de llevar 18 años como capataz de la Virgen del
Monte. Cofrade desde que tengo uso de razón por 'herencia' paterna, me inicié debajo de las trabajaderas en el misterio de Montesión, hermandad sevillana del Jueves Santo a la que pertenezco desde hace más de 30 años. Tuve la suerte de formar parte de la cuadrilla de hermanos que comandaba Juan Lozano, mi primer capataz. Allí descubrí la grandeza, y también las miserias -sí, las miserias-, del mundo del costal. En relación con mis inicios como capataz, mi debú tuvo lugar en 1991 con la Virgen del Monte cuando yo contaba 21 años. Permíteme que haga un inciso. Posiblemente ni tú ni mucho de los que leerán esta entrevista recordaréis -por razones obvias de edad- que la Virgen era tradicionalmente portada en andas por hombres el día de la Función en relevos improvisados, de una forma muy parecida a cómo las mujeres realizan el traslado al santuario el último domingo de octubre. A principios de los 90, a José Manuel Fernández se le ocurrió organizar una cuadrilla de costaleros para sacar a la Virgen del Monte y, conociendo mi afición y que salía de costalero en Sevilla, me ofreció ser el capataz. ¡Espero que no se arrepintiera...! Si no me equivoco, la primera salida con costaleros tuvo lugar en septiembre de 1991. Aquel año se salía del convento porque la parroquia estaba en obras y el paso calzaba sólo nueve costaleros, repartidos en tres trabajaderas.


-¿Recuerdas cómo era la forma de mandar los pasos antes?
-Era demasiado joven cuando tuvo lugar el inicio de las cuadrillas de hermanos en sustitución de las de profesionales, pero he tenido por edad la fortuna de asistir a la eclosión del mundo del costal que tuvo lugar a principios de los años 90. Mi percepción es que, en líneas generales, los pasos se mandaban antes bajo unos cánones más clásicos. Digamos que la heterodoxia tenía menos cancha que hoy. Y ello es lógico si se tienen en cuenta los recursos de que se disponía antes. No es una leyenda que los costaleros de antes eran trabajadores del puerto o de los tejares de Triana -entre otros- que aprovechaban la Semana Santa para llevar a casa un jornal extra en tiempos de penurias. Nada que ver con los centenares de jóvenes que asisten hoy a cualquier igualá para entrar en un paso, lo que permite al capataz disponer de gente fresca en todo momento para mayor lucimiento del paso en la calle. Personalmente, me identifico más con la forma sobria de andar de los Ariza, Salvador Dorado, los Villanueva o Santiago que con la que, con notable éxito de público por cierto, han logrado algunas cofradías de Triana. Sinceramente, no me imagino a El Penitente haciendo el 'caballito' con ningún misterio ni meciendo de costero a costero un palio. En Sevilla toda la vida de Dios se ha andado con el izquierdo por delante y sin dar un solo paso atrás. Lo que hacen San Gonzalo o la Esperanza de Triana es muy efectista y demuestran un poderío bajo las trabajaderas espectacular, pero debe saberse que eso es una moda reciente. Mala cosa si capataz o costaleros olvidan quién debe ser el verdadero protagonista...


-¿Qué te han aportado los pasos?
-Una forma distinta de vivir la Semana Santa, en el caso de Sevilla, y una oportunidad única para vivir sensaciones impagables como capataz en Cazalla. El compañerismo, la amistad, el ir todos a una, el objetivo común... deben ser valores esenciales en este mundillo. Ambas experiencias me han permitido vivirlos en primera persona, conocer a gente y trabar nuevas amistades. Fíjate si el saldo ha sido positivo...




-¿Qué cualidades crees que tiene que tener un costalero?
-Partiendo de la base de que no me considero un 'sacapasos' sino un cofrade que entiende el martillo y el costal como ejercicio de fe y devoción, pienso que el costalero debe saber ante todo por qué se pone la ropa y para qué. Ésa debe ser la primera cuestión que debe tener clara, antes de preguntar cuántos kilos pesa el paso o si un zanco 'lleva su nombre'. Más que con fuerza y músculo, un paso se lleva con sentimiento. Por muchas horas de gimnasio si no se tiene claro qué se lleva arriba, ¿qué diferencia hay entre sacar un paso de palio y arrastrar una piedra como hacen los vascos en su conocido deporte rural?


-¿Cómo ves la costalería actualmente en Cazalla?
-No conozco el paño con mucho detalle respecto a la Semana Santa y, por tanto, no tendría ningún valor mi comentario. Sí opinaré en cuanto a la cuadrilla de la Virgen del Monte. En los últimos años he percibido un fenómeno muy interesante con la irrupción de un grupo de chavales -entre los que te incluyo a ti, a tu hermano, a Ramón, a Ismael...- con una afición bárbara y ganas de hacer las cosas por derecho. Debéis saber que no sois el futuro, sois el presente. Y, de alguna forma, tenéis la responsabilidad de que esta bendita tradición no se pierda. La habéis heredado y tenéis la obligación de legarla a los que vendrán después de vosotros. Sois un eslabón fundamental, aunque quizá necesitaréis más perspectiva temporal para daros cuenta de ello. Ahondad en vuestra afición, seguid manteniendo viva vuestra ilusión como el primer día y ¡al palo, que va a llamar el capataz...!

Por mi parte nada más Antonio, sólo me queda darte las gracias y decirte que tendras costaleros p´a rato, pero ojo, chiquititos, siempre chiquititos, o como dicen por ahí, la minuencia, que es la que parte en Cazalla en bacalao.

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